Cuando el amor se hace prescindible con los años, la oscuridad de la costumbre opaca la pasión de los días, a tal punto que la llama que un día encendió, apago y congelo el corazón…, situación que se hace encantadora en el argumento de la dramaturga mexicana Sabina Berman , una mujer poco convencional, que sin pudor alguno se atrevió a abrir el telón para reflexionar sobre el martirio del tan bello matrimonio.
La vida en pareja, sin duda alguna, se hace el camino convencional al que el hombre y la mujer están destinados culturalmente, sin embargo tras la cortina de mariposas, el peso de sobrevivir junto a un ser que se creía conocer es una oportuna opción para adoptar la locura, la indiferencia, el sufrimiento o el poder como compañera de batalla, rolles a los que se enfrenta el publico al contemplar la obra “El suplió del placer”, la cual para la adaptación bogotana tiene como director a Camilo Carbajal, contando con los actores Johan Rodríguez y Alejandra Carreño, quienes durante la obra están acompañados por la música electrónica en vivo de Camilo Zúñiga en el teatro el Triple Recinto.
Dos actos, dos mascaras, dos realidades
El dolor, la inseguridad, el sufrimiento, la estrategia hacen parte del planteamiento de la obra, la cual es interpretada a través de dos elementos: el teatral que hace referencia a la farsa en la que los personajes a través de los comportamientos extravagantes, las frases irónicas y la carga dramática sarcástica le permite al publico interactuar e identificarse con los personajes y la conceptual en la que se plantea el “Discurso del poder” propuesto por el filosofo francés Foucaul y rescatado por Barman en el guion y Carbajal en la puesta en escena, en donde se estudia las redes que se tejen en las relaciones amorosas, las cuales pueden ser tensas o activas y están condicionadas por las ansias de poder de los amantes y protagonistas.
Amar, un juego de poder
Bajo estos parámetros la obra se desarrolla en dos situación en las que el placer sirve como una máscara de lo que es, en realidad un juego de poder, que en el primer acto acude a una pareja despojada de los paradigmas tradicionales de hombre: fuerte y mujer: débil, para colocarlos en igualdad de condiciones en una situación de libertad absoluta en la que el hombre finalmente se comporta como una dama condescendiente y ella como un caballero dictador.
El cambio de rolles de los personajes permite un espacio para el metateatro, el cual refiere a crear arte escénico en medio de la obra, lo que significa para los actores colombianos Johan Rodríguez y Alejandra Carreño innovar en cada presentación, para lo cual se valen de la utilería que Berman introduce en la idea original y de la que se vale Carvajal para caracterizar la realidad que tantos capitalinos deben afrontar, por ejemplo en el uso del bigote movible, el cual cobra simbolismo de poder en la relación de acuerdo al momento y el género que lo utilice, es decir:
Él: ¿Así que crees que soy tu títere?Estúpida, tarada,..., un día de verdad te voy a mandar al diablo…
La situación es tensa, indominable y reflexiva; en esta el hombre alterado por el dominio de su amante le recrimina su actitud, para lo cual ella utiliza el bigote como símbolo de superioridad y le da escoger a su pareja que debe hacer, acción que termina por hacer mas débil al macho y fortalecer el roll de la mujer en estado de poder.Ella: ¿Y qué hago? ¿Rio o lloro?
La muerte, una opción para vivir
Vivir al lado de un ser al que se le odia por el hecho de haber amado en medio de la costumbre, la pasividad y el aburrimiento al que se llaga con los años, es un opción de sobrevivencia a la que muchas parejas llegan por acuerdo o por desdicha, como le sucedió a los personajes de un segundo acto lleno de drama, desilusión y locura.
En este convergen el deseo de descansar y el de matar al ser al que se le juro amar más allá de la muerte, petición que se cumple con el enfrentamiento de dos elecciones: valorar mi existencia y amarme o parecer amar a quien se odia. La primera opción es la elegida, y con esta el hombre desesperado por el poder que su pareja ejerce en él, la mata en aparentemente en confusión, pues con la sospecha que un ladrón asesino ronda su casa carga su arma y en un descuido ficticio descarga su odio y acaba su martirio con la muerte del verdugo, su esposa.
“La llama apago y ahora si nos vemos las caras”.
Por: Ana MAría Araque
0 comentarios:
Publicar un comentario